Por el día de celebración y reconocimiento a la labor que diariamente una mujer hace por sus hijos. A través del siguiente escrito te compartimos sobre los ejemplos bíblicos de una madre de acción:
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Una madre siempre hace todo lo posible para proteger a sus hijos:
Tal fue el caso de Jocabed, la madre de Moisés (Éx.1-2). Por aquella época los israelitas llevaban un buen tiempo viviendo en Egipto cuando se levantó un nuevo rey que no conocía de José, este mismo rey al ver cómo el pueblo de Israel crecía tomó la decisión de oprimirles con trabajos forzados para disminuir su población, pero el resultado fue todo lo opuesto a lo que él esperaba, los israelitas seguían aumentando como pueblo, “pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían”. Así que, por temor, el rey optó por seleccionar la vida de los próximos nacidos, si era niña viviría, pero si era niño debía ser echado al río. Por supuesto, el pensamiento de madre de Jocabed al ver que su hijo era hermoso le hizo protegerlo hasta las últimas consecuencias: primero lo escondió por tres meses después de darlo a luz, luego, ella fue ingeniosa y fabricó una cesta de modo que esta flotara en el agua con el niño adentro y la vigilancia de su hermana María. El resto de la historia es bien conocida. Pero ¿Qué madre no haría esto mismo por un hijo si se encontrara en esta situación? Cualquier madre que solo imagine esta historia como propia, habría hecho lo mismo que ella, porque en nosotras está el proteger a nuestros hijos a toda costa.
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Una madre ora por sus hijos y los entrega al servicio de Dios:
En el caso de Ana (1 Samuel 1:1-2:11, 18-21), lo que ella más anhelaba era poder tener un hijo y pidió tan fervorosamente a Dios por esto que el mismo sacerdote Elí la confunde con una persona alcoholizada. Pero mientras ella oraba da a Dios un voto, diciendo: “Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza (1 Samuel 1:11). Más adelante Dios escucha su petición y le da eso que ella tanto anheló, su hijo, pero Ana nunca olvidó aquella promesa dada a Dios y dice: Por este niño oraba, y Jehová me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró allí a Jehová (1 Sam. 1:27-28).
Esto implica una gran responsabilidad por parte, tanto de la madre como del padre del menor, porque no es solamente hacer un voto a Dios, diciéndole que sus hijos le servirán a Él y esperar a que Dios se encargue de todo. Una madre que hace este tipo de votos o promesas como el de Ana, guía a sus hijos a lo largo de sus vidas en los caminos de Dios. El deseo de una madre debe ser animar a sus hijos a llevar una vida al servicio de Dios, no sentir miedo a lo que el mundo le pueda hacer, ni tampoco hacerlos retroceder si quieren entregarse como obreros de Dios diciéndoles que “esa carrera no da dinero”. Una madre que verdaderamente confía en Dios no teme entregar a sus hijos a Su servicio. Claramente, esto no es fácil, me imagino que para Ana tampoco lo fue dar aquello por lo que tanto había pedido, pero lo hizo como un acto de obediencia a esa promesa hecha anteriormente. A nivel personal, mi mamá por ejemplo siempre nos dijo a mi hermana y a mí que su mayor alegría era ver que a sus hijas sirviendo al Señor.
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Una madre se dedica más a dejar una herencia de fe que una herencia económica:
Pablo le escribe a Timoteo: “trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también” (2 Timoteo 1:5 RVR). Para más adelante también decirle: “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quiénes has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 3:14-15 RVR).
Como podemos ver, en la familia de Timoteo reinaba la tradición cristiana, así como también un ambiente de espiritualidad en familia. Eunice y Loida abrigaron a Timoteo con la enseñanza de las Escrituras y en una fe, que, como dice el pasaje no era fingida, lo cual le permitió a Timoteo, crecer en muchos sentidos de una manera ejemplar ante otros. A través de Loida y Eunice aprendemos que, si de por sí ya como madres y esposas tenemos una gran cantidad de tareas, ahora debemos añadir una más y de suma importancia, trasmitir el mensaje de la Palabra a nuestros hijos como la mayor herencia que podemos dejarles el día que ya no estemos.
Escrito por: María Isabel Casallas L.