Este cuento fue redactado por Fátima Gónzalez, estudiante de la institución.
Hubo una vez un pasto llamado Kapi í. Estaba muy triste, sentado en un costadito del camino, lloraba amargamente. Kapi í no sabía a quién contarle su inmensa pena, hasta que Tajy, un frondoso lapacho rosado, mientras acomodaba sus amplios brazos hacia el sol, exhibiendo sus maravillosas flores a todo el que pasaba por el lugar, lo escuchó:
Al principio, sólo escuchaba: “snif, snif” y por momentos, los sollozos de Kapi í lo ayudaron a identificar el lugar donde se escondía. Cuando lo vio, le preguntó, qué te pasa Kapi í? ¿Por qué estás llorando tan desconsoladamente?
Kapi í le dijo, me siento tan frustrado, enojado y triste. Desde la última vez que cortaron mi tallo, mis hojas y flores, hace sólo tres meses, hice un gran esfuerzo para sobreponerme, me costó sanar y volver a levantarme. Brotaron nuevas hojitas, creció nuevamente mi tallo y cuando empezaba a dar florecillas tan hermosas, pasaron con un tractor, diciendo que “los yuyos están muy altos, hay que cortarlo ya”, y vinieron con machetes y rastrillos, y nuevamente, me quitaron todo mi esplendor, todo mi esfuerzo de sobreponerme quedó en el fuego, mis hojitas, mis flores, mi tallo, todo fue cortado. No tengo más fuerzas ni ganas para seguir haciendo ningún esfuerzo más para sobrevivir, mucho menos, por ofrecer flores y hojas bellas en el camino.
“Kapi í”, le dijo el dulce, firme y sereno Tajy, mostrando empatía hacia todo lo que su amigo le estaba expresando, “te entiendo…”. ¡No! No lo entiendes!, le dijo ofuscado, Kapi í, a su amigo Tajy. Nadie te persigue con machetes o tractores! Ni barren tus ramas con rastrillos, ni pisotean tus hermosas flores! Tú te paras majestuosamente, levantando tus fuertes brazos al cielo para recibir la luz del sol suficiente para que tus hojas y flores adquieran su brillo. Todos te admiran, te respetan, no te hacen daño, sin embargo, yo siempre pierdo todo, a pesar de dar lo mejor de mí!, entre sollozos le señalaba a Tajy.
Tajy respiró profundo y aunque comprendía lo que realmente quería decir el desesperanzado Kapi í, le dijo: “amigo mío, como soy muy alto, no me puedo proteger escondiéndome o apoyándome en otros árboles, en los días muy calurosos o del frío en invierno, ni tampoco de las tormentas; a veces, me quiero esconder y también me canso, pero es ahí donde más fuerte abro mis brazos al cielo para pedir fuerzas al Creador. Mi tronco es muy deseado para la fabricación de muebles y he sido muy bendecido de no ser atacado aquí, ya que muchos de mis parientes no han sobrevivido. No se han respetado ni a los más viejos, considerados por algunos como reliquia de la naturaleza, otros, sencillamente fueron utilizados como leña, porque se necesitaba más espacio para
cultivar especies económicamente útiles o rentables, y mis flores aparecen muy pocas veces en el año”.
“Sin embargo, siempre te he admirado mucho y me has alentado cuando me sentí triste o desalentado, tomé tu ejemplo y me esforcé cada día. Tú me inspiras a dar lo mejor de mí, eres mi ejemplo cada vez que alguien rompe mis ramas, corta mis hojas, escriben en mi tronco o roban mis flores. Siempre vi tu tesón, tu valentía, tu abnegación, tu capacidad para sobreponerte, los cuales me llenaron de fuerza, esperanza y valor. No te rindas Kapi í, vuelve a levantarte y a florecer. Eres importante, ya que sostienes a la tierra, libre de erosiones, tu función va mucho más allá de lo que a simple vista se puede ver. La copa de un árbol y las flores, ofrecen un beneficio diferente, pero tu presencia la tierra Kapi í, también ofrece beneficios aparte de evitar la erosión del suelo, formas parte de la cadena alimenticia y ayudas a preservar el ecosistema que requiere la diversidad de las especies para su equilibrio. Continúa ofreciendo lo mejor de ti, ya que a pesar de ser constantemente cortado, siempre te levantas y ofreces lo mejor de ti por el bien de otros. Si tú no estuvieras, otros no podríamos aspirar a vivir en tan buenas condiciones, como lo hacemos, gracias a ti”.
©2021 Fátima Gónzalez