La joven María, después de recibir la noticia que sería madre quiso compartir con alguien; alguien que pudiera estar pasando por la misma situación, alguien justa que amaba a Dios y que podía entenderla. Es evidente que María estaba muy feliz por ser elegida para ser la madre de Jesús, incluso ella ha aceptado que esto es la voluntad de Dios y estaba dispuesta a recibir la responsabilidad. Pero probablemente ella seguía asustada y preocupada de cómo le contaría del embarazo a su prometido José. Tal vez pensaba ¡cómo una chica joven y pobre lograría mantener a un bebé!
En esta parte de la escena, Lucas cuenta que María viajó rápidamente a otra región a la casa de su parienta Elisabet sin previo aviso (probablemente María aún no había hablado del tema con su prometido, sino primero quería contarle a Elisabet).
Es llamativo que en el texto, dos veces se menciona la reacción del bebé de Elisabet al escuchar el saludo de María “la criatura saltó de alegría (v: 41,44)”. Elisabet, enseguida se dio cuenta que la visita no solo se trataba de María, sino de alguien más, expresó o exclamó con voz fuerte “…mi SEÑOR (V:43)” refiriéndose a Jesús. Recibió a sus visitas con alegría, se sintió privilegiada y los bendijo. Demostró a María seguridad, confianza, apoyo y hasta le brindó hospedaje.
En estas épocas del año, son épocas donde estamos acostumbrados a recibir visitas, especialmente de los familiares, parientes y/o amigos. ¿Qué reacción/palabras brindamos al recibir a otros? ¿Somos capaces de reconocer al Señor Jesús a través de la vida de otros?
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Escrito por Gabriela Montiel