Introducción
Como seguidores de Jesús hemos tenido momentos en que nos es fácil creer y confiar en Dios, pero también tenemos momentos y situaciones en que dudamos y desconfiamos, situaciones en que necesitamos poner más nuestra confianza en las manos de Dios. Me gustaría rehabilitarle a Tomás en esta mañana. Normalmente hemos presentado a Tomás como el que duda, el que necesita pruebas para creer. Además, le hemos visto como alguien a quien Jesús le reclama su falta de fe o su necesidad de pruebas para creer lo que otros dicen.
En la primera escena vamos a ver el encuentro de Jesús resucitado con los 10 discípulos y en el segundo relato nos muestra el encuentro de Jesús con Tomás, quien no estuvo en el primer encuentro. Nuestros dos eventos centrales ocurren después de la resurrección de Jesús.
- No es acerca de creer sin fundamentos
Veamos el primer relato (Juan 20:19-20)
19 Al atardecer de aquel primer día de la semana, estando reunidos los discípulos a puerta cerrada por temor a los judíos, entró Jesús y, poniéndose en medio de ellos, los saludó.―¡La paz sea con ustedes! 20 Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Al ver al Señor, los discípulos se alegraron.
En el primer relato Juan nos presenta una escena triste y de temor en el que los discípulos estaban escondidos. Este evento ocurre después de la resurrección de Jesús. El texto nos dice que los discípulos estaban con la “puerta cerrada por temor a los judíos”. El texto continúa diciendo que Jesús vino en medio de ellos y les dijo ¡La paz sea con ustedes! Esta paz que el Señor resucitado y su presencia trae nos da consuelo y esperanza. El texto agrega “Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Al ver al Señor, los discípulos se alegraron”. Jesús les muestra sus manos y su costado y les asegura de que es el mismo Jesús y no un fantasma. Es el mismo Jesús que había dicho que era necesario que él muera, pero que iba a resucitar. Jesús estaba dando fundamentos firmes e indudables a sus discípulos para que puedan creer y confirmar su fe en Jesús como el hijo de Dios.
- Lástima de aquellos que no creen hasta que vean por sí mismos.
En el segundo relato el texto dice:
24 Tomás, al que apodaban el Gemelo,[a] y que era uno de los doce, no estaba con los discípulos cuando llegó Jesús. 25 Así que los otros discípulos le dijeron: ―¡Hemos visto al Señor! ―Mientras no vea yo la marca de los clavos en sus manos, y meta mi dedo en las marcas y mi mano en su costado, no lo creeré —repuso Tomás. 26 Una semana más tarde estaban los discípulos de nuevo en la casa, y Tomás estaba con ellos. Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús entró y, poniéndose en medio de ellos, los saludó. ―¡La paz sea con ustedes! 27 Luego le dijo a Tomás: ―Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe. 28 ―¡Señor mío y Dios mío! —exclamó Tomás. 29 ―Porque me has visto, has creído —le dijo Jesús—; dichosos los que no han visto y sin embargo creen. 30 Jesús hizo muchas otras señales milagrosas en presencia de sus discípulos, las cuales no están registradas en este libro. 31 Pero estas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida.
En este segundo relato, el escritor Juan nos aclara que Tomás no estaba presente. Es decir, Tomás fue el único que se había animado a salir, no sabemos por qué. Tal vez, para traer alimentos, hacer-finalizar algún compromiso. Los otros estaban escondidos como dice el v. 19 “por miedo de los judíos” de que ellos también sean acusados y corran la misma suerte que su maestro: la crucifixión.
Vuelve Tomás donde estaban los otros discípulos y recibe la noticia de que “¡Hemos visto al Señor!” a lo cual Tomás responde: v. 25 “Mientras no vea yo la marca de los clavos en sus manos, y meta mi dedo en las marcas y mi mano en su costado, no lo creeré”
-En este punto solemos enfatizar que Tomás estaba pidiendo algo extra para creer. No, Tomás estaba pidiendo tener la misma experiencia que tuvieron los 10 discípulos. Los discípulos habían visto las manos y el costado de Jesús y recibieron las palabras de consuelo y esperanza del Jesús resucitado.
El texto continúa una semana después y la escena es muy similar a la primera escena. El texto dice “Aunque las puertas estaban cerradas, Jesús entró y, poniéndose en medio de ellos, los saludó.―¡La paz sea con ustedes! Luego le dijo a Tomás:―Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe.”
Nuestro Dios no nos invita a creer sin fundamento. No existen rastros o indicadores en la Biblia lo que comúnmente se menciona popularmente como “eso hay que creer por fe nomás”. Es decir, como una fe ciega y sin la ayuda de experiencias. Una y otra vez el Evangelio de Juan nos aclara que Jesús hizo muchos milagros para que las personas puedan creer.
No sabemos cómo habrán reaccionado o qué habrán dicho los 10 discípulos con las experiencias que tuvieron en el primer encuentro con Jesús. Lo cierto es que Tomás responde con una respuesta de fe y confianza afirmando “¡Señor mío y Dios mío!”(v28).
Pero, ¿cómo entendemos entonces lo que dice el v.29? “Porque me has visto, has creído —le dijo Jesús—; dichosos los que no han visto y sin embargo creen.”
¿Es esto una ‘estirón de oreja’ a Tomás? O ¿es más bien un ‘estirón de oreja’ a los 10 discípulos? Aclaremos, los 10 discípulos habían visto y experimentado la presencia del Cristo resucitado pero su testimonio de vida no era ‘tan convincente’ porque ellos seguían con miedo y escondidos dentro de la seguridad de las 4 paredes. Que Tomás no haya creído era una llamada de atención, pero una llamada de atención más hacia los 10 quienes habían visto y experimentado la presencia del Resucitado. Era un ‘estirón de oreja’ porque el testimonio-comportamiento no había sido afectado en gran manera por este encuentro. Es una llamada de atención a todos a quienes hemos visto y experimentado la presencia y el poder de Dios en nuestras vidas y en la vida de nuestros seres queridos. Entonces más que una reprimenda a Tomás, es un llamado a cada uno de nosotros a ser una comunidad que vive, experimenta y ayuda a otros a creer en el Jesús resucitado. Somos llamados no acusar primeramente a los Tomás de la actualidad—quienes piden y necesitan como nosotros el encuentro con Jesús resucitado.
Somos llamados como comunidad de fe primeramente a analizarnos y arrepentirnos de que en tantas ocasiones proclamamos como los 10 discípulos: “¡Hemos visto al Señor!” pero lo que decimos no da pruebas a los otros que hayamos visto al Señor Resucitado porque no hay cambios en nuestro comportamiento (relación unos con otros, vecinos, familia, próximo-prójimo, etc.). Decimos “¡Hemos visto al Señor!” pero nuestro comportamiento demuestra que vivimos como si no hubiéramos visto “las manos y el costado” del Señor.
Las “manos y el costado” son señales claras del costo de seguir a Jesús, a la vez son señales claras del amor de Dios hacia nosotros. Este texto nos invita a hacer lo hizo Jesús: expresar y ofrecer amor, misericordia, perdón como pruebas o como diría el v. 31 “Pero estas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida”.
Conclusión
¿Cuántos de nosotros podemos identificarnos con la primera escena: hemos visto y experimentado la presencia del resucitado, pero seguimos escondidos y por lo tanto nuestro testimonio no es muy convincente?
Como comunidad de fe somos llamados a decir “¡Hemos visto al Señor!”(25) y que con nuestra forma de vivir y relacionarnos unos con otros podamos dar pruebas y (también como Tomás) podamos proclamar: “¡Señor mío y Dios mío!” (v.28). Que nuestra preocupación, interés, afecto y trato por las necesidades de los otros puedan llevar a las personas tanto de dentro de nuestra comunidad de fe como a los de afuera a decir: ¡ellos y ellas han visto al Señor!! Aún más, ellos y ellas viven y buscan vivir día a día en todos los aspectos de su vida bajo el señorío del Dios.