Hoy en día uno puede en gran medida planificar cuándo y dónde quiere que nazca su hijo. Me acuerdo para el nacimiento de nuestro hijo menor Sebastián, quien nació en Escocia, nos dieron la posibilidad de elegir dónde queríamos que nazca: en la casa o en el hospital. En el hospital uno podía elegir entre parto ‘normal’ o en el agua. Rut, mi esposa, se había inscrito para el nacimiento de Sebastián en el agua. Después de muchas planificaciones llegó el día del nacimiento, pero nosotros no pudimos llegar al hospital. Sebastián nació en el auto, camino al hospital. Lo que quiero decir es que en gran medida podemos planificar para el nacimiento de nuestros hijos, pero a la vez podemos encontrarnos con lindas sorpresas. En el caso de nuestras comunidades de fe ¿cómo es con el nacimiento espiritual dentro de una comunidad de fe? ¿Necesitamos y podemos planificar el nacimiento de los nuevos miembros de la comunidad de fe?
En base al encuentro de Jesús con Nicodemo me gustaría ofrecer algunas líneas de pensamiento. El escritor del Evangelio de Juan conecta el relato de Jesús con Nicodemo (Juan 3:1-15) con lo sucedido en Jerusalén (Juan 2:23-25). Juan presenta a Jesús como quien conoce las intenciones de las personas (2:24). Juan nos aclara que según Jesús necesitamos nacer de nuevo: para ver y entrar en el reino de Dios (vv. 3 y 5).
¿Qué es el reino de Dios? El reino de Dios no es necesariamente un lugar, más bien es una nueva forma de gobierno y de relacionamiento entre las personas. Jesús vino a iniciar/manifestar este reino de Dios invitando a las personas a dar prioridad a las cosas realmente importantes: amar a Dios y al prójimo. El gobierno es presentado como una nueva familia de fe donde los integrantes se tratan como hermanos y hermanas en confianza y dependencia de Dios y unos de los otros.
En el evangelio de Juan 3:8 nos dice: “El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; más ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu”. Veamos algunas ideas básicas de este versículo.
- “El viento sopla de donde quiere”. Es interesante que se use la imagen del viento. En este texto tanto “viento” como “Espíritu” tienen el mismo significado. Aún en el hebreo el termino espíritu (ruah) sugiere el sonido del viento. La expresión “sopla de donde quiere” nos indica la libertad del Espíritu y que obra como el Espíritu quiere y desea. Es decir, no depende de nosotros.
- “y oyes su sonido”. Esta expresión nos indica que hay resultados del obrar del Espíritu y del nuevo nacimiento en nuestras vidas. Así como podemos ver y sentir los efectos del viento en nuestro cabello, piel, o ver como mueve ramas de los árboles, etc. así debería ser posible también ver y sentir los cambios que el Espíritu ha producido y sigue produciendo en nuestras vidas y en la vida de las otras personas.
- “más ni sabes de dónde viene, ni a dónde va”. “Ni sabes” que buen recordatorio esto es para muchos de nosotros tan pronto en juzgar a los otros. Muchas veces queremos apurar los procesos o agendar la conversión o el nuevo nacimiento. A veces uno puede escuchar frases como “Ahh, vos hace tantos meses ya venís al templo deberías convertirte… bautizarte…” “Ahh, vos ya tenés tantos años deberías …”. La frase “ni sabes” también es buen recordatorio para muchos de nosotros quienes queremos manipular, declarar o controlar el obrar del Espíritu de Dios. Es decir, no podemos predecir, controlar o manipular cómo es o será el obrar del Espíritu ni proceso del nacimiento espiritual.
- “así es todo aquel que es nacido del Espíritu”. Que importante es recordar que quien produce en nosotros el nuevo nacimiento es el Espíritu de Dios. Podemos nacer de nuevo al creer en Jesús como el Hijo de Dios (Juan 1:12-13). En esta nueva familia fe no nacemos por voluntad de carne o sangre (los padres o líderes), sino de Dios.
Los que trabajamos en los diferentes ministerios eclesiales es importante que recordemos esto de no apurar los procesos o agendar el obrar del Espíritu ante todo con las personas que están iniciando su caminar en el camino del reino de Dios. También, como padres de familia es importante recordar esto ante todo con los hijos e hijas que crecen en el contexto de una fe heredada. El v. 8 nos recuerda que “más ni sabes de dónde viene, ni a dónde va”. En cuanto dependa de nosotros busquemos ayudar a las personas a caminar hacia el centro de la Cruz porque el deseo de Dios es “para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3:15). Cristo es el centro y vamos caminando guiado por el Espíritu hacia ese centro: tratando de imitar la vida y obras de Jesús. Ayudemos a las personas a orientar todos los aspectos de su vida hacia el centro: Cristo. En los diferentes grupos eclesiales podemos propiciar espacios para leer, reflexionar, discutir, analizar y buscar formas para entender y seguir el modelo de vida de Jesús. Busquemos formas creativas en que como sus seguidores podamos poner en práctica su ejemplo de vida y que nuestro testimonio individual y comunitario sea un instrumento usado por el Espíritu para atraer a más personas que quieran ser parte de la nueva familia de fe.