En Romanos 3:28 Pablo dice “porque sostenemos que todos somos justificados por la fe, y no por las obras que la ley exige.” Así mismo, en Efesios 2:8-9 dice “porque por gracia ustedes han sido salvados; esto no procede de ustedes, sino que es un regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte.” A partir de estos dos versículos podemos determinar que hay una clase de oposición entre ser justificado por la fe o por las obras. Pablo categóricamente afirma que la justificación es por la fe y no por las obras.
En contraparte, la carta de Santiago en el versículo 2:25 hace la afirmación que “una persona se la declara justa por las obras, y no solo por la fe.” ¿Cómo se entiende esto? ¿Hay acaso una contradicción teológica entre Pablo y Santiago? Esto ha generado dilemas para algunos teólogos, en especial para aquellos que están totalmente comprometidos con la doctrina protestante de la justificación por la fe sola o sola fide. Este fue el caso del reformador alemán Martín Lutero que, por su apego a la doctrina de sola fide, no consideraba a Santiago como un libro tan “inspirado” como los escritos de Pablo. Este sentimiento negativo era tal que llegó a decir: “un día usaré a Santiago para encender mi estufa.”
Con todo el respeto que Martín Lutero se merece, pareciera ser que el conflicto entre Pablo y Santiago no es real cuando se define a qué se refiere cada autor con la palabra “obras” o ergon en griego.
Para Pablo la palabra obras está relacionada con la observancia de la ley mosaica. Pablo afirma que las obras de la ley mosaica no pueden justificarnos delante de Dios por nuestra debilidad pecaminosa. Como dice Romanos 3:20 “nadie será justificado en presencia de Dios por hacer las obras que exige la ley; más bien, mediante la ley cobramos conciencia de pecado.” Este uso de la palabra obras apuntando a la obediencia de la ley mosaica es confirmada por el énfasis de Pablo en las “obras” o estilo de vida que el creyente debe tener por su fe en Jesús. La persona justificada por la fe debe tener amor sincero hacia los demás (Rom. 12:9), moderación sobre sí mismo (Rom. 12:3), obras de caridad hacia los hermanos (Rom. 12:13) y otras “obras” como respuesta a la misericordia de Dios (Rom. 12:1).
Para Santiago la palabra obras está relacionada con un estilo de vida acorde con la fe cristiana. Si la fe que uno afirma no se ve reflejada en el estilo de vida de las personas, esa fe es muerta y por lo tanto no justifica a la persona. En cambio, Santiago enseña que la fe y obras funcionan conjuntamente y no pueden estar separadas (2:22). Entonces, la palabra obras aquí no significa observancia de la ley mosaica y por lo tanto no está en contradicción con lo dicho por Pablo.
En conclusión, Pablo y Santiago no están en conflicto en lo que respecta a la justificación, sino que están en acuerdo, solamente que por diferentes razones que no podemos entrar a discutir en este corto escrito, utilizaron la palabra obras con diferentes significados, pero apuntando a una misma enseñanza: La fe en Jesucristo que obra por el amor (Gálatas 5:6) es la que justifica.