Balbuceos de esperanza

Las comunidades de fe son congregaciones donde se experimenta lo que es tratar de seguir a Jesús desde la vida cotidiana, crecer y caminar juntos. Las personas esperan encontrar esperanza de parte de estas comunidades, esa esperanza en base a lo que la comunidad vive y puede dar a conocer a su entorno. El artículo pretende responder a preguntas cruciales que se presentan desde los primeros relatos bíblicos, explorar la verdad teológica de que Dios se hace respuesta en Jesús y reflexionar sobre qué implicancias tiene esto para nuestras comunidades.

 

¿Dónde estás?  y ¿Dónde está tu hermano? Estas son las primeras preguntas que encontramos en los relatos bíblicos.  La primera pregunta apunta a nuestra identidad en relación  con  nuestro  Creador.  La segunda pregunta apunta a nuestra   relación   con   el   próximo.   Estas   preguntas   están relacionadas y dependen la una de la otra.

La primera pregunta nos lleva a tomar conciencia de nuestra vida, es poner un alto a nuestras actividades y pensar sobre la esencia de nuestra existencia, desde el pensamiento cristiano es recordar que fuimos creados, nos hace ver nuestras limitaciones, vulnerabilidad y fragilidad; pero a su vez nos llena de agradecimiento al reconocer nuestra dependencia de Dios y que todo lo que tenemos es por su gracia.

La segunda pregunta nos confronta respecto al sentido de comunidad, nos recuerda la responsabilidad de mirar el estado del otro, anula todo intento de desentendernos de sus necesidades, y esta pregunta le da sentido a las comunidades de fe que intentan dar balbuceos de esperanza a los afligidos, oprimidos y necesitados.

 

Desde el principio siempre fue Dios buscando al hombre, su plan redentor de salvar a la humanidad, a lo largo del Antiguo Testamento se puede ver a Dios interviniendo a favor de su pueblo, estando presente y activo, buscando restaurar y reconciliar. 

La gracia de Dios se manifestó con Jesús, quien da inicio a su reino, es la manifestación de la misión que se empezó desde la creación, Jesús es la respuesta a la humanidad y el modelo para las comunidades de fe, de cómo impartir esperanza e intentar vivir conforme al reino de Dios, mientras aún vivimos en un mundo caído.

 

La invitación de Jesús es ser como comunidad de fe la respuesta a las necesidades de nuestro entorno, es una tarea de “ensayo y error”, de consolar a los afligidos mientras nosotros mismos aún lidiamos con el sufrimiento y el pecado. Se trata de un aprendizaje colectivo de lo que significa seguir a Jesús y ser agentes activos en el plan de salvación.

La naturaleza de la iglesia siempre es la de ser enviada, Dios busca al hombre, Dios envía a Jesús para salvar a la humanidad, Dios envía a su iglesia para alcanzar a su entorno. La iglesia es enviada para ministrar a los que sufren y están necesitados.

Una comunidad guiada por el Espíritu Santo donde se puede experimentar restauración y perdón, donde se puede recibir orientación y dirección, un lugar seguro para servir a otros y también ser ministrado.

Las comunidades de fe tienen el potencial de ser respuestas o balbuceos de esperanza, guiados por el Espíritu Santo y equipados con una diversidad de dones para la misión. La iglesia puede dar consuelo, impartir el mensaje de salvación y servir a los que están a su alrededor.

 

En conclusión, la comunidad de fe es una comunidad de afligidos, quebrados e imperfectos. Personas que fueron alcanzadas por el Señor, que caminan juntos e invitan a que otros puedan experimentar un encuentro con nuestro Dios. 

Reseña por Kevin Galeano

Lee el artículo completo en la revista espacio teológico: https://revistacientifica.uep.edu.py/index.php/espacioteologico/article/view/162/133

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