Quizás no lo haya inventado, pero el término “desmitologización” se hizo popular con el teólogo alemán Rudolf Bultmann durante el siglo 20. Sin ánimo de seguir sus pasos en esta breve reflexión, reconocemos que fácilmente se generan historias, leyendas y mitos a la par de la verdadera Historia (con mayúscula) que encontramos en la Biblia.
Y los acontecimientos alrededor del nacimiento de Jesús son particularmente vulnerables o apetecibles para esta debilidad humana. Veamos: en la imaginación popular José guía a un burrito sobre el cual está sentada la muy embarazada Virgen María. Llegan al pueblo de Belén al anochecer y son rechazados en cada hotel u hospedaje del pueblo, hasta que el dueño de uno de estos establecimientos, movidos a misericordia, les ofrece su establo donde ellos están solos, solitos, excepto por algunos animales domésticos en medio de los cuales nace el Salvador del mundo, sin ayuda de ninguna partera.
Todos conocemos la historia y la vemos cada año reflejada en los pesebres – vivientes y estáticos – que la gente prepara en la época de la Navidad. Sin embargo, al observar más de cerca el texto, nos damos cuenta que no hay mención del burrito, ni de los otros animalitos, ni de que el nacimiento de Jesús fuera en la primera noche después de llegar a Belén. Y el mesón, que en la imaginación popular es un hotel de la antigüedad, resulta ser la misma palabra griega (katalumati) que el aposento alto, en donde Jesús años después celebró la última cena con sus discípulos (Mr. 14.14; Lc. 22.11).
¿Destruye este fact-checker frío y analítico del texto el romanticismo de la historia navideña? No necesariamente. Después de todo, queda el pesebre. Sólo que este mueble no estaba automáticamente en un establo, como hoy en día presumimos, sino que podía estar también en la sala de una casa. Así que podría ser que Jesús nació en la sala de una casa de familia, porque en el aposento alto, que se solía alquilar a las visitas, ya no había más lugar.
Lo importante es, que Jesús nació y llegó de esta manera a este mundo. Lastimosamente, los seres humanos tendemos a convertir las cosas secundarias en primarias. Quizás lo hacemos también con otras partes de la Biblia. Aprendamos a ver el texto bíblico como lo escribió el autor, inspirado por el Espíritu Santo. Así aprenderemos a considerar importante lo que fue – y sigue siendo – importante a los ojos de Dios.
Preguntas:
¿Hay otras historias de la Biblia en donde rellenamos los vacíos que dejan los escritores?
¿Por qué los autores bíblicos no nos dan más detalles sobre aspectos de la vida de Jesús que nos gustaría conocer, como su nacimiento, su vida de niño, de adolescente, de joven?