Educación teológica ¿en crisis?

Book Bible with pencil close-up, on the background of a beautiful terrace. Morning time. Space for text.

La educación teológica en sus diferentes niveles (popular, congregacional, académica etc.) y con sus diferentes actores es parte central de la actividad de la iglesia y es parte esencial de nuestro llamado como cristianos (Mt. 28). Es en este sentido que entendemos que la visión y misión de la educación teológica se cristalizan en los textos de 2 Tim 3:16-17 y Ef. 4: 11-16. Sin lugar a dudas esta pandemia está creando oportunidades para evaluar, repensar y reenfocar aspectos de nuestro quehacer teológico. Quiero enfatizar dos aspectos que con cierta frecuencia necesitamos revisitar con el fin de evaluar que sigan en sintonía con la misión de Dios.

Equipar a toda la iglesia

Entendemos que nuestra tarea es la de equipar y facilitar los espacios para que los miembros del cuerpo de Cristo puedan ejercitarse en el desarrollo de los dones provistos por el Espíritu Santo (Efesios 4: 11-16). Esta tarea la hacemos con el firme compromiso y convicción que las Escrituras pueden ayudarnos a estar preparados para toda buena obra (2 Tim. 3:16-17). Aún más, esta tarea la emprendemos en el contexto de nuestras comunidades de fe y con la advertencia en mente de los peligros de nuestros propios intereses y miedos y su potencial influencia en nuestras creencias (1 Tim. 4:16).

La tarea de equipar a los ‘santos’ necesita tener un carácter dinámico en donde nos preguntamos sobre y ajustamos nuestras estrategias a la luz de los nuevos escenarios sociales y diferentes actores del quehacer teológico. En particular como una institución teológica y en base a lo anterior es que constantemente creamos y promovemos varios espacios intencionales con el fin de equipar y “perfeccionar a los santos”. Algunos de estos espacios son el tiempo de capilla que tenemos semanalmente, el comedor, la posibilidad de vivir en el internado, la realización de ‘becas de trabajo’ en el campus, las diferentes materias, la Práctica Supervisada que se realiza semanalmente en diferentes congregaciones y lugares de servicios, la posibilidad de entrevistas y conversaciones informales con los diferentes docentes, etc.

En relación a las materias desarrolladas en el IBA, uno de los espacios para ‘perfeccionar a los santos’, y ante la pregunta de cómo desde sus materias y clases están ayudando en el proceso de facilitar herramientas para contextos de crisis o pandemia. Algunos de los docentes mencionaron lo siguiente: “Trato de transmitir a los estudiantes que tenemos dos tipos de respuesta a los desafíos de la vida: la reactiva y la proactiva. La respuesta reactiva consiste en una respuesta emocional dependiendo de las circunstancias y la respuesta proactiva consiste en tomar responsabilidad de nuestras vidas… Eso vale también en el contexto de pandemia: podemos decidir si nos bloqueamos, nos resignamos, nos enojamos o si buscamos soluciones creativas a los problemas, reevaluamos nuestras prioridades, aprovechando los recursos y oportunidades para seguir creciendo como persona.” (Sabine Wiebe). En la misma línea el prof. Roberto Formigli afirma: “Con la materia ‘Pastoral Juvenil’ estamos ayudando a los estudiantes a conocer el contexto de las nuevas generaciones. Por medio de las clases desarrolladas analizamos la situación de las iglesias en tiempo de pandemia y de qué manera podemos pastorearlos, sea de manera presencial o virtual”. En relación a las materias de ‘Consejería Pastoral’ e ‘Intervención en Crisis’ la prof. Ruth de Villar afirma: “Considero que ambas materias contribuyen de sobremanera al proceso de aprendizaje de los estudiantes para sus ministerios tanto del presente como del futuro y en especial en el contexto de la pandemia. Ejemplo de esto es la capacidad de adquirir esas habilidades para acompañar a las personas en diferentes situaciones y manifestaciones de crisis (Ej. Crisis circunstancial como lo es la Pandemia).” Esto son unos pocos ejemplos de las posibles herramientas con las que buscamos equipar a nuestros estudiantes por medio de las materias.

 

Cambiando de metáfora

El segundo elemento que necesitamos revisitar para evaluar si sigue en sintonía con la misión de Dios o sí sigue siendo de ayuda para nuestro contexto particular son nuestras metáforas. Las metáforas son herramientas y recursos mentales que nos posibilitan hablar y explicar usando la comparación. Es así que usamos varias metáforas para hablar y explicar cómo es Dios, cómo entendemos y explicamos lo que es o debería ser la iglesia, etc. En la educación en general y en la teológica también es común tener la idea que el proceso educativo es como una manguera.  Usando la metáfora[1] de la manguera, el énfasis y la medida del éxito tradicionalmente sería saber cuánta agua sale del otro lado. Es decir, el éxito del programa es en base a cuántos estudiantes terminan un determinado curso o programa y consideramos como un fracaso o como una pérdida de dinero o tiempo a aquellos que no lo hayan logrado. Aquí el énfasis está en saber cuántos graduados terminan empleados en determinado ministerio o lugar de trabajo. Este modelo de educación teológica y aquella con un sobre énfasis en el modelo de ‘universidad-campus’ o seminario limitado a un lugar geográfico ha estado en crisis en los últimos años y seguirá en los años venideros.

La alternativa sería ver y usar la metáfora de la manguera perforada (que tiene muchos hoyos) o por ‘goteo’ que sirve para irrigar (el terreno en el que está presente) por goteo en toda la extensión de la manguera. En está metáfora cada gota es importante, tanto la gota al inicio como la gota al final de la manguera porque se tiene en cuenta su propósito: irrigar. En este sentido la función de la educación teológica no es empujar y quitar un ‘producto’ al final de un determinado tiempo, sino más bien crear los diferentes espacios para equipar y para que los diferentes actores de la educación podamos ser capacitados para ejercer la misión de Dios.

Me gustaría que podamos ver nuestra tarea educativa y formativa como la ‘manguera perforada’.  Es decir, no menospreciar los ‘goteos’ que pudieran impactar positivamente a los miembros del cuerpo de Cristo. Esta metáfora presenta al menos dos implicancias. Para los docentes y todos los que trabajamos en instituciones teológicas, por un lado, la invitación es a ser conscientes del impacto de los diferentes momentos e interacciones que tenemos con los estudiantes y entre colegas. Estos ‘goteos’ pueden ir desde dedicar unos minutos extras a los estudiantes fuera del horario establecido hasta caminar como mentor con ellos por varios años.  Desde el punto de vista de programas, por otro lado, la invitación es a seguir ofreciendo programas de 2 o 4 años, pero también ofrecer una variedad de programas, tutoriales, materiales y seminarios cortos (por ‘goteo’) de unas horas, días o semanas con el fin de equipar y perfeccionar a todos los santos.

Teniendo en cuenta lo anterior, es muy importante replantear nuestro enfoque basado solamente en resultados al final de un semestre o un año solamente. Estamos desafiados a promover y a valorar los pequeños gestos y acciones de solidaridad, respeto y misericordia que se dan en el día a día y en el contexto de las actividades cotidianas. Testimonio de la importancia de estos “goteos” es que muchas personas recordarán que fueron afectadas positivamente (negativamente) por pequeñas palabras o acciones que uno ni ya recuerda o no se dio cuenta de haber realizado. Somos desafiados a estar abiertos a que Dios por medio de su Espíritu Santo nos hable y nos use en y por medio de ‘pequeñas gotas’ de “justicia, piedad, fe, amor, constancia y humildad” (1 Tim. 6:11) en el andar diario y en medio de nuestras actividades cotidianas. Una educación teológica con este enfoque estará en constante aprendizaje y podrá hacer frente a las crisis porque parte de las realidades y necesidades de los diferentes miembros del cuerpo de Cristo. Además, al tener esta disposición de aprendizaje buscará formas creativas para funcionar en sintonía bajo la guía del Espíritu Santo y en el contexto de una comunidad de discípulos que buscan cumplir la misión de Dios.

[1] Metáfora extraída de Justo González como parte de su entrevista aparecida en Benjamin D. Wayman, “Imagining the future of theological education” Feb 10, 2021 en The Christian Century. Disponible en https://www.christiancentury.org/article/features/imagining-future-theological-education

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