El Evangelio para los raros

Era el año 2008, cuando tuve la oportunidad de presenciar por primera vez a varias personas con alguna discapacidad en una iglesia. El motivo por el que estas personas iban, era poder recibir una sanación milagrosa de parte de Dios para poder caminar o hablar para llegar a ser personas “normales”. Al ver sus rostros o el de los familiares en la mayoría de veces llenos de frustración por no haber sido “seleccionados por Dios” para este milagro, pasó muy desapercibido para mí.

Pasaron 5 años después cuando volví a ver una persona con discapacidad motriz en una iglesia, pero esta vez dicha persona era un pastor. Así es, él estaba al frente de una iglesia, su trabajo es admirable, pues no solo estaba pastoreando sino que ha sido muy influyente teológicamente en Latinoamérica por sus estudios e investigaciones. Por último, tuvieron que pasar otros 7 años para volver a ver alguna persona con discapacidad en una iglesia, esta vez en mi lugar de trabajo. Me desempeño como capellán de un colegio y co-pastor de una iglesia en Fernando de la Mora (Paraguay), allí se busca la inclusión de personas con alguna discapacidad. He podido ver en este lugar como los estudiantes de esta área desean con tanto amor crecer.

Al reflexionar sobre esto, he podido observar la pobre, o en ocasiones nula inclusión en las iglesias Latinoamericanas a personas con discapacidades. Por muchos años se ha tenido una cosmovisión unilateral del quehacer teológico y eclesial en el que han sido rezagados algunos grupos sociales. A medida que pasa el tiempo se han levantado voces que ayudan con la comprensión de la vida, el evangelio, la teología y la administración de las iglesias. Voces de mujeres, indígenas, niños y niñas han tratado de hacer eco para ser escuchados, dichos gritos buscan poner en aviso sobre algunos temas religioso-espirituales que quedan a medias por la incomprensión de las realidades de ellos.

Aparentemente, se tienen cubiertas las necesidades de todos para que el diálogo teológico-eclesial sea fluido. Dando así lugar para construir espacios de la comprensión bíblica juntos, pero ¿qué pasa con las personas con discapacidad? ¿acaso existe un lugar en las iglesias para ellos? ¿Se ha comprendido su rol como Imagen de Dios en las iglesias?

Lucas 14 da un acercamiento a la apertura de Jesús en el reino a personas cuya imagen de Dios ha sido minimizada a la nada, donde se resalta la importancia de que los cojos, los mancos, los pobres, los ciegos, los autistas, las personas con Síndrome de Down, entre otros sean bienvenidas a compartir del banquete como todos nosotros con Jesús.

La bienaventuranza descrita en el versículo 14 es para quien les tiene en cuenta a estas personas, al comprender que por su grado de vulnerabilidad no pueden regresar la invitación de la misma forma. Sin embargo, las veces que he podido compartir con estos chicos en el colegio demuestran su gratitud con gestos de amor puro y sincero, lleno de esperanza de ver que se preocupan por ellos.  De ahí lo admirable del trabajo de sus profesoras Victoria Martínez, Mariana Barrios y Elizabeth Cuenca, quienes demuestran su preocupación de que estos chicos puedan sentirse como la imagen de Dios.

Así como dice la teóloga Brenda Darke, experta en educación especial “Jesús estaba señalando a las personas vulnerables que necesitan ayuda, compasión y cariño. Es un mensaje de inclusión y aceptación. La cena de que Jesús hablaba puede representar una cena (literalmente), o bien los beneficios del Reino de Dios (Lucas 14,15-24). La comunidad de fe de la que formamos parte, debe escuchar estas palabras de Jesús, especialmente en nuestros tiempos.”(pág. 44)[1]

En este corto tiempo de trabajo, he logrado ver lo urgente de ampliar nuestra cosmovisión y ver estas personas incluidas en nuestras iglesias como representantes de la diversa Imagen de Dios. Aplaudo la iniciativa de algunas iglesias que incluyen en sus servicios traductores del lenguaje de señas, accesos para las sillas de ruedas, entre otras cosas.

Sin embargo, falta mucho trabajo y concienciación para que esto sea algo cotidiano en nuestras reuniones eclesiales. Quizás y volviendo al ejemplo inicial, antes de abrir espacios para “normalizar” por medio de obras milagrosas la “sanación” de estas personas, sea necesario reevaluar nuestro concepto de normal, llegando así a la adecuación de nuestros templos, liturgias y más en nuestras comunidades de fe para que tengan una vida plena y abundante. Así como Jesús lo quiere para todos.

Y sí, cuando se hace la mención en el título del evangelio para los raros, no es con referencia a estos chicos y chicas con alguna discapacidad. Es para quienes son considerados “normales”, a esos “normales” que en realidad son raros que no les han tenido en cuenta y siguen siendo parte del problema.

¡Para ustedes es este mensaje de inclusión!

Bibliografía

[1] Darke, B. (2020). Discapacidad y pandemia de coronavirus. vida y pensamiento, 40 (2), 37–52.

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