Quién diría que la persona más poderosa del universo, se hiciera un niño para vivir en medio de nuestro caótico mundo; para traer consuelo, paz y esperanza. Que en estos días, cada niño que miremos, nos haga recordar que incluso Él se hizo como ellos y hoy podemos gozarlo, pero también que podamos recordarlo.
Jesús vivió entre nosotros para darnos un ejemplo de vida. No solo su crucifixión y resurrección deberíamos recordar como momentos asombrosos (que lo son) sino su vida, desde su propio alumbramiento que fue milagroso y su vida diaria como persona fue admirable.
Dentro de esa vida admirable encontramos un consejero, una persona que decía lo justo y necesario, que hacía callar a quiénes querían hablar de más o inclusive daba “consejos” escribiendo en la tierra. Este niño-hombre fue y es el mayor consejero de nuestras vidas.
Y no podemos dejar pasar al príncipe de paz, aquel que monta un asno en vez de un caballo de guerra. Aquel que dijo que amemos a nuestros enemigos, en vez de devolverle con mal. Este niño vino a traernos paz, en un mundo que sigue clamando guerra. En este tiempo tan polarizado que vivimos, debemos recordar que tanto él como sus seguidores, hemos sido llamados a ser hacedores de paz, que construyan puentes de amor.
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