Me fascina este relato de los pastores y del niño en el pesebre.
Vemos a un niño recién nacido y muy vulnerable, cuyos padres por la marginación social no encontraron otro lugar que un establo y un pesebre.
Vemos también un grupo campesinos (pastores) que en las afueras de Belén tienen que hacer el trabajo que nadie desea hacer: Cuidar los rebaños, acampar día y noche afuera y todo esto por un salario miserable.
Dos escenas de marginación trágica. Situaciones similares se repiten en nuestros tiempos. ¡Cuántas personas han sido marginados por los efectos de la pandemia! ¡Cuántos niños han quedado sin la educación escolar tan decisiva para su futuro! ¡Cuántos refugiados lloran por que han perdido su hogar o nunca lo han tenido!
En el pesebre y en el establo se encuentran los grupos marginados. Y los campesinos se sienten muy identificados con este niño vulnerable. Se sienten en casa. Su corazón se llena de alegría.
Pero nuestra interpretación de esta historia sería muy superficial si solo hablásemos de solidaridad social con los marginados. El evangelista Lucas menciona con palabras muy claras y fuertes la intervención de Dios a favor de un mundo que sufre las consecuencias de su separación de Dios y de su justicia, amor y misericordia. A los pastores se les aparece el ángel del Señor con toda la gloria de Dios, expresando un mensaje de esperanza (V. 10-12). Después todo un coro de ángeles confirma que el niño en el pesebre representa la gloria de Dios y trae paz a la tierra (V. 14).
Así es nuestro Dios: Manifiesta su presencia gloriosa en medio de nuestra vulnerabilidad, desesperación y marginación. Te pregunto: ¿Estás dispuesto a abrir tus ojos de fe para reconocer la presencia de Dios en medio de tus luchas, desesperaciones y desafíos diarios?
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