Palabras claves: Hechos, Espíritu Santo, persecución, iglesia.
La iglesia primitiva se instaló según el reporte de Lucas en Jerusalén, el centro religioso y cultural del judaísmo del siglo I. De los peregrinos judíos procedentes de Palestina y de la diáspora que celebraron la fiesta tradicional de la cosecha, llamada pentecostés, se formó la primera iglesia con 3000 bautizados (Hch 2:41). La mención de la participación de los miembros de esta iglesia en los cultos del templo paralelamente a las reuniones en las casas privadas con la celebración de la cena del Señor es notable (Hch 2:46). Justo González comenta al respecto lo siguiente: Según ese versículo, los cristianos perseveraban tanto en la asistencia al templo (su culto como judíos, que todos ellos eran) como en el partimiento del pan (el nuevo culto cristiano que iba surgiendo) (González, 2000, pág. 89s).
Con esta participación los primeros creyentes provenientes del judaísmo demostraron que se consideraron como un movimiento nuevo dentro del pueblo de Dios. Y muy pronto el judaísmo tradicional e institucional lo reconoció y se sintió amenazado por ésta “secta” nueve, lo que finalmente provocó una oposición creciente y violenta. Pero no solo entre los judíos tradicionales y los seguidores de Jesús se crearon conflictos, sino también dentro de la nueva familia de fe, que había nacido en pentecostés. Lucas lo menciona en Hch 6:1, indicando dos grupos dentro de la iglesia primitiva, los judíos de habla griega y los de habla aramea. Los de habla griega eran los así llamados helenistas, que habían vivido o vivían fuera de Palestina y se habían integrado en la cultura helenista del imperio romano. Los de habla aramea eran los judíos mayormente procedentes de Palestina que se consideraron como judíos más auténticos o puros que no estaban dispuestos a adaptarse a la cultura helenista (González, 2000, pág. 148; Bruce, 1998, pág. 146). En la ciudad de Jerusalén habían surgido sinagogas de los helenistas en las cuales evangelizaba Esteban (Hch 6:8-10), uno de los siete servidores, que fueron elegidos justamente para atender a las viudas helenistas en la distribución diaria de los alimentos en la iglesia de Jerusalén. Es interesante notar que los siete servidores tienen nombres griegos. De Nicolás, uno de ellos, se dice que era un “prosélito de Antioquía” (Hch 6:5). Esto quiere decir que “ni siquiera era judío de nacimiento, sino por conversión” (González, 2000, pág. 149).
Justamente este grupo de helenistas eran los más abiertos e indicados a comprender el desafío y la necesidad de cruzar fronteras y barreras culturales con el fin de testificar el evangelio de Jesús más allá de Jerusalén. Eckhard Schnabel indica, basándose en la prédica de Esteban (específicamente Hch 7:47-50), que los creyentes del helenismo entendieron muy radicalmente, que Jesús mismo había reemplazado al templo como institución salvífica y que, por ende, ya no existen más los lugares sagrados y exclusivos (Schnabel, 2002, pág. 881).
Pero justamente esta convicción, basada en textos bíblicos del AT citados por Esteban en su prédica, se desencadenó en un escándalo por el simple hecho de atacar la identidad central del judaísmo tradicional. Y cuando se ataca la identidad religiosa y cultural, esto conduce muchas veces a un fanatismo, como lo podemos observar en Hechos 7. El martirio de Esteban era la consecuencia trágica inmediata y la persecución general de la iglesia en Jerusalén vino por añadidura (Hch 8:1). González observa, que, al parecer, “la persecución se desató principalmente contra los cristianos helenistas, y no contra los ‘hebreos’, de modo que los apóstoles, Bernabé y otros pudieron permanecer en Jerusalén” (González, 2000, pág. 165).