La Resurreción: Un Cadáver que no revivió

Tres días después de la marginal muerte de Jesús en el crepúsculo, pasado el Shabat, unas mujeres van hasta la tumba de su maestro, con especies para ungir su cuerpo, según la costumbre de aquella época. Pero se encuentran con la sorpresa de que el sepulcro está vacío.

La cuestión de la resurrección es un tema teológico, histórico y apologético. Sin duda alguna, la controversia nace de la incoherencia de la lógica vs. lo ilógico; de lo imposible o improbable de que un cadáver vuelva a la vida. ¿Cuántos casos similares hay? ¿Cuántas culturas tienen una narrativa antropológica de una resurrección histórica? Esto da pie a la pregunta: Jesús ¿mito o realidad?

Estas interrogantes giran en torno al evento crucial de la resurrección. Muchas personas han intentado demostrar la veracidad del hecho, y gracias a los apologetas cibernautas latinos en auge se han vuelto populares las posturas la “carga de la prueba”, “el asunto legal” o “la historicidad de Jesús”, entre otras,  para argumentar sólidamente la vuelta de Jesús al mundo de los vivos. Mi intención en este humilde espacio bloguero no es la de ahondar en las posturas apologéticas, sino la de señalar un pequeño detalle que se da en este evento que contiene alta carga teológica.

Como señalé al comienzo, las primeras personas en percatarse de la desaparición del difunto fueron algunas mujeres. Los sinópticos y Juan señalan este dato, sin embargo, Pablo (1 Co 15:5-8) en su argumentación pone como primer testigo a Pedro.  En las narraciones de los evangelistas hay algo bien curioso y es que los discípulos que iban camino a Emaús (Lc 24:13-35) se encuentran con Jesús el resucitado, pero no lo reconocen, y según Juan, María Magdalena entra en diálogo con Jesús y tarda en percatarse de que estaba conversando con el mismo Mesías ya resucitado (Jn 20:14-17). En páginas posteriores los discípulos se encuentran con Jesús, pero tampoco lo reconocen (Jn 21:4). Jesús estaba en la playa, ellos van junto a él, pero tenían cierta duda de si era realmente Jesús (Jn 21:11).

En el siglo I era común que las personas creyeran en dos fenómenos similares a la resurrección: los fantasmas y los cadáveres resucitados. Los escritos de los evangelios dejan claro que ninguno de esos dos fenómenos post muerte se daba en cuanto a Jesús. En relación al primer fenómeno, Lucas cita a Jesús:

mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy. Palpad y ved, porque un espíritu no tiene carne ni hueso como veis que yo tengo (Lc 24:39).

Otro episodio que provee evidencias contra un “Jesús fantasma”, es cuando Tomás se acerca y toca el costado del resucitado (Jn 20:27-28), o las veces que Jesús se sienta a comer con sus seguidores, cosa que obviamente no puede hacer un fantasma. Claro que la controversia se mantiene por la habilidad de desaparecer y de atravesar paredes.

El segundo fenómeno, el de los cadáveres resucitados, se presenta en relatos bíblicos de personas aparentemente fallecidas, que durante el proceso de preparación del cuerpo para la sepultura volvían a la vida, se levantaban y continuaban con su vida normal. Lucas y Pablo refutan esta posibilidad; no admiten que Jesús haya sido un sujeto que quedó sin aliento y al que luego le volviera la respiración. En definitiva, no fue un hombre malherido que sanó después de tres días.

Ellos, sus discípulos, personas íntimas a él no lo reconocieron porque no era un fantasma, ni un cadáver revivido, sino un cuerpo transformado; Jesús era diferente. Pablo habla de un cuerpo espiritual, pero más que un cuerpo espiritual, se trata de un cuerpo glorificado. La resurrección no es solo revivir de la muerte, sino una vida que transforma lo natural en un estado glorioso; esa vida proviene de Cristo. En la encarnación, la Gloria se vistió de impiedad, y en la resurrección la impiedad se vistió de Gloria. En su epístola a los corintios, Pablo expresa la convicción, la esperanza y la fe  de que Él, Cristo, es la primicia de los muertos, es el modelo de la vida venidera, la culminación del plan de Dios. Es el destino que espera a sus seguidores, porque la resurrección es una consecuencia del seguimiento a Jesús.

El mayor enemigo de la vida es la muerte, ella produce separación y pérdida, genera tristeza y dolor. Y Jesús venció al mayor oponente de la vida. Querido lector, la fiesta pascual no es una simple conmemoración, tampoco una sencilla tradición cristiana; es una celebración de victoria, una celebración de esperanza, es la solemnidad de  una trasformación de apariencia a una transformación completa del ser, una fiesta mística de la vida eterna.

Para concluir quiero apuntar algunas reflexiones teológicas que deja este evento.

  1. ­Enseña que dentro del plan salvífico de Dios está lo material. Dios no solo quiere salvar el alma, también quiere salvar el cuerpo. Por esa razón, la iglesia misional debe mirar las necesidades de las personas, su necesidad de Dios, necesidad de consolación, su necesidad de abrigo y alimento, su necesidad de agua potable, de seguridad y refugio, entre otras cosas.
  2. ­En la encarnación la Gloria se vistió de impiedad, y en la resurrección la impiedad se vistió de Gloria. Por lo tanto, vivir a Jesús, es vivir su resurrección, es nuestra impiedad vistiéndose de su Gloria, vivamos transformados en este caótico mundo. Vivir en la resurrección de Cristo es vivir en la esperanza futura, es vivir con apariencia de eternidad, y esto dignifica doblemente al ser humano, porque en lo natural poseemos la imagen de Dios, y ahora también en lo espiritual.
  3. ­No necesitamos más reformas, sino transformaciones. Reforma significa, orientar, encausar o realizar cambios graduales, no es radicalidad. Por otro lado, en la transformación, el prefijo trans significa atravesar, cruzar de un lado al otro. Necesitamos cambios radicales en la visión espiritual y fe, no discutir frivolidades entre cristianos y disidentes, no excluir a grupos y personas a causa de dogmatismo triviales, y no repetir los errores que la iglesia cometió en el pasado.

 

Querido lector/a, amigo/a del I.B.A. ¡Feliz Pascua!

Obras de consulta

Freyne, S. (2007). Jesús, un galileo judío; Una lectura nueva de la historia de Jesús. Navarra, España: Verbo Divino.

Keller , T. (2017). ¿Es razonable creer en Dios? Nashville, Tennessee, EE.UU: B&H Libros .

Sanders, E. (2011). La figura histórica de Jesús. Navarra, España: Verbo Divino.

 

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