Las 5 solas de la reforma protestante

1. Sola Scriptura – Solo la Escritura

Bajo la premisa de que la palabra de Dios sea inspirada por él mismo, Lutero, Calvino y otros reformadores afirmaron que las prácticas religiosas como la venta de las indulgencias que prometían tener carácter salvífico pero que no tenían su origen en la escritura misma, debían ser rechazadas. Calvino escribe:

Las indulgencias sacan del armario del Papa la gracia de Cristo según cierta medida, y separándola de la Palabra de Dios, la encierran en un trozo de pergamino con plomo y en un determinado lugar. (Inst. de la rel. crist., III, p.92)

Más tarde, Guido de Brès, alumno de Juan Calvino resume la enseñanza de la Sola Scriptura con las siguientes Palabras:

“Creemos que esta Santa Escritura contiene en forma total la voluntad de Dios y que todo lo que debe ser creído para ser salvo está suficientemente enseñado en ella.” (Confesión de fe de Valonia)

2. Solus Christus – Solo Cristo

Este principio se basa en la enseñanza bíblica de que “en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el cual podamos ser salvos”. (Hechos 4:12)
Cuando la iglesia romana presentó a sus líderes, sacerdotes y santos como intercesores entre los laicos y Dios, con autoridad de absolver pecados, los reformadores sintieron la necesidad de volver a enfatizar la exclusividad del poder salvífico de Jesús. Ulrico Zwinglio, resalta la centralidad de la fe en Cristo como el único revestido con la autoridad para salvar cuando escribe al inicio de sus 67 tesis:

He aquí resumido el Evangelio: Nuestro Señor Cristo Jesús… Por eso es Cristo el único camino de salvación para todos los hombres que fueron, son y serán. (67 Tesis, Tesis 2&3)

3. Sola Gratia – Sola Gracia

Para enfatizar la gravedad del pecado y asegurar la obediencia de los creyentes, la iglesia romana, promulgó enseñanzas sobre el purgatorio, un lugar en el que

“el alma de los verdaderos penitentes es purgada con penas purificatorias después de la muerte…” según el Concilio de Florencia.

Los reformadores argumentaron que la iglesia enseñaba la insuficiencia de la gracia de Cristo al hacer del purgatorio y la compra de las indulgencias, complementos de la salvación. Martín Lutero escribe en sus 95 Tesis:

Serán eternamente condenados junto con sus maestros, aquellos que crean estar seguros de su salvación mediante una carta de indulgencias. (95 Tesis, Tesis 32)

En su comentario de la carta a los romanos, Lutero escribe:

Todos los que son justificados, son justificados “per gratiam sine meritis et operibus ipsius” – es decir, por gracia sin sus propios méritos y obras. (D. Martin Luthers Werke, WA 56:37.12-13)

4. Sola Fide – Solo por la fe

Basándose en una de sus doctrinas más antiguas, resumida en la frase: Extra Ecclesiam nulla salus (Cipriano de Cártago, Ep. 4,73,21), la iglesia romana enseñaba que no había salvación fuera de ella misma. Los reformadores sin embargo, afirmaron que la salvación no debía estar circunscrita a la iglesia como institución, sino a la fe, tal y como indica Romanos 1:17 cuando dice: Mas el justo por la fe vivirá.
El Concilio de Trento condenó esa enseñanza afirmando que:

Si alguno dijere, que el pecador se justifica con sola la fe, sea excomulgado. (Concilio de Trento, Canon 9)

Philipp Melanchthon, la mano derecha de Lutero, afirma que la iglesia romana, en vez de predicar la salvación,

empujaba a las pobres conciencias a cumplir sus propias obras para alcanzar la justificación… pero que la gracia de Dios se alcanza por la sola fe, sin el mérito. (Philipp Melanchthon, Confesiones de Augsburgo, art. 20)

5. Soli Deo Gloria – Solo a Dios la gloria

La iglesia romana incorporó como componentes de salvación tanto las buenas obras como la pertenencia a su institución cuando afirma que:

«Nosotros declaramos que es absolutamente necesario para la salvación de toda criatura humana el estar sometida al Romano Pontífice» (Papa Bonifacio VIII, Bula unam sanctam)

y el concilio de Trento aclara que el creyente, en recompensa de sus  buenas obras, puede esperar de Dios retribución eterna (Concilio de Trento, Canon 26).
Los reformadores sin embargo, afirmaron que sólo Dios obra la salvación por lo que ni la iglesia ni el creyente debería atribuirse crédito alguno por su redención ya que, como dice en Filipenses 2,13: «Es Dios el que en nosotros produce así el querer como el hacer».
Y Juan Calvino pregunta:

¿al ver, pues, que todos los elementos de nuestra salvación están fuera de nosotros, cómo confiaremos y nos gloriaremos de nuestras obras? (Inst. de la rel. crist., III, 162)

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