Hablar de liderazgo de relevo en este tiempo ya no es novedoso, sino que se vuelve una imperiosa necesidad que se presenta para el liderazgo eclesial. A lo largo de muchos años se ha dedicado esfuerzo, tiempo y recursos para que la congregación pueda crecer, tanto en número de feligreses como en su calidad de vida espiritual. En este tiempo muchas de las congregaciones que han invertido tiempo en su crecimiento numérico y espiritual están ante un estancamiento sin precedentes en la historia (Southerland, 1999, págs. 13-14).
En esta preocupación por el estancamiento muchos líderes asistieron a diferentes conferencias sobre el liderazgo para recuperar la visión y volver renovados con la pasión de seguir trabajando por la gente. En este sentido las diferentes congregaciones se preguntan ¿cómo hacer una transición o relevo adecuado?, ¿cuándo hacerlo? y ¿de qué manera lograr una transición ideal sin que se produzcan pérdidas significativas en la congregación y en el liderazgo? (Southerland, 1999, págs. 14-15).
Hacbeker propone como guía funcional general lo siguiente, “las transiciones en el liderazgo no deben dejarse a la deriva, en realidad deben planificarse de antemano” (Habecker, pág. 152). En el libro “El arte de la administración japonesa”, los profesores de comercio, Pascale y Athos, mencionan cinco claves “para construir una gran corporación que sobreviva al paso del tiempo, sobre todo después que sus fundadores se hayan ido
- Tiempo, los cambios no suceden de la noche a la mañana ni deben ser bruscos, esto requiere de mucho tiempo y trabajo de proceso.
- Constante adaptación, esto se refiere a las nuevas personas que se van incorporando al equipo acompañado de capacitación permanente.
- Articulación y afianzamiento en la visión institucional, aquí se refuerzan los valores que la institución honra, cree y práctica.
- Atención obsesiva por parte del gerente general o líder, en las primeras etapas de la transición requiere de mucho trabajo de supervisión, asesoramiento y acompañamiento.
- Planificación previa cuidadosa de la sucesión del liderazgo, hablamos de anticiparnos a posibles obstáculos que pudieran presentarse y cómo resolverlos. Es decir, no debemos dejar nada al azar.
1. Moisés y Josué
Una cosa es comenzar el ministerio donde nadie antes hubo liderado y sembrado, pero otra cosa muy distinta y desafiante es arrancar el ministerio después de un liderazgo importante y reconocido. Tal es el caso de Josué, quien asume el liderazgo después de un hombre que guió al pueblo al desierto sacándolo de la esclavitud y conduciéndolos hacia la tierra prometida. Josué toma la posta de un hombre que habló cara a cara con Dios, no nos imaginamos lo que habrá sido ese momento, ¿qué hubiera querido tener en ese momento Josué? Warren Wiersbe menciona que un líder no necesita asesoría sino ánimo. Animar significa literalmente “dar aliento” (Wiersbe, 1993, pág. 20). En este sentido añade que este aliento se da en tres formas: en un primer inicio Dios anima a su líder (Josué 1:1-9), y este ánimo se da en la comisión (vv.1-2), ánimo en las promesas de Dios (vv. 3-6), ánimo en la palabra escrita de Dios (vv. 7-8), ánimo en el mandamiento de Dios (v. 9). En la segunda parte como consecuencia del ánimo provisto por Dios, el líder anima a los oficiales (Josué 1:10-15) y, por último, en resultado tenemos que los oficiales animan a su líder (Josué 1:16-18) (Wiersbe, 1993, pág. 19-30).
2. Jesús y sus discípulos
Para comenzar a describir la misión de Jesús debemos comenzar diciendo que fue el mismo Jesús quien escogió a sus discípulos. Luego de identificar y escoger a sus discípulos los invitó a seguirle voluntariamente. Jesús comienza el trabajo con sus discípulos en una intensa inversión en sus vidas, pasando suficiente tiempo con ellos, les enseñó, les apoyó, los confrontó, les reprendió y los inspiró (Hybels, 2002, pág. 141). El liderazgo de Jesús se caracteriza por su autoridad. Nunca forzó a nadie a seguirlo, hizo una invitación, pero no una amenaza (Leys, 2012, pág. 33). Hybels resalta que en el ministerio de Jesús se pueden observar tres etapas en el desarrollo adecuado de su liderazgo:
- Identificar líderes emergentes
- Invertir en su desarrollo
- Confiarles responsabilidad (Hybels, 2002, pág. 141).
Conclusión
Los modelos de Moisés y de Jesús, que hemos visto anteriormente, nos proveen los principios claves para hacer estas transiciones de manera sabia y planificada, a fin de que las nuevas generaciones se mantengan en la fe y sigan creciendo.
Según estos modelos podemos afirmar con certeza que el liderazgo del siglo XXI necesita rescatar nuevamente estos principios. Tomando el ejemplo de Moisés, vimos que los factores que hicieron la transición de su liderazgo exitosa fueron:
- Su carácter.
- Su relación con Dios.
- Su inversión de tiempo preparando al líder que tomaría la posta.
En cuanto al ministerio de Jesús, podemos aprender cómo desde el inicio de su ministerio fue consciente de:
- La formación intencional de su equipo.
- A dónde los estaba conduciendo (meta clara).
- Preparar a sus seguidores y a sus discípulos para el tiempo que iban a transitar sin él.
En base a estos dos modelos desarrollados, podemos sugerir a los pastores y líderes la necesidad de analizar, meditar y trabajar en la transición adecuada del liderazgo para que la misma se desarrolle de manera saludable y resultando en un liderazgo de relevo comprometido con la generación presente y futura.
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