Puesto que Israel era una comunidad agrícola con una estrecha relación con la tierra, es de esperar que sus tres festivales anuales (Pascua, Pentecostés y Tabernáculos) tuvieran una significación tanto agraria como religiosa. La ocasión de la venida del Espíritu fue el Festival de Pentecostés. Por un lado, el propósito de esta fiesta era celebrar con acciones de gracias la cosecha de cereales (trigo y cebada). Por el otro lado, este festival llegó a conmemorar también la entrega de la Ley a Moisés en el Monte Sinaí.
A. Biblia: Pentecostés como celebración de la cosecha
- Pentecostés en el Antiguo Testamento: Celebración de una cosecha agrícola
El Festival de Pentecostés recibe diversos nombres en la Biblia: Fiesta de las Semanas, de la Cosecha y de las Primicias (Ex. 23:16; 34:22; Lev. 23:15-21; Num. 28:26; Deut. 16:9-12). En dicha ocasión se celebraba el cierre de la cosecha de cebada y el inicio de la cosecha de trigo. Los agricultores ofrecían a Dios parte de sus productos como gesto de agradecimiento y como acto de oración para que el resto de la cosecha salga bien también.
- Pentecostés en Hechos 2: Celebración de una cosecha espiritual
El Nuevo Testamento nos invita a interpretar cada etapa de la obra redentora de Cristo como el cumplimiento de las fiestas solemnes del Antiguo Testamento: Su muerte coincide con el sacrificio de los corderos pascuales (Lev. 23:4-8 y 1ª Cor. 5:7), su resurrección se da en el día en que las primicias eran ofrecidas a Dios (Lev. 23:9-14 y 1ª Cor. 15:20) y su ascensión y posterior derramamiento del Espíritu, que da lugar a la conversión de tres mil judíos de diversas naciones, ocurre en el tiempo en que las cosechas eran presentadas ante el Señor (Lev. 23:15-21 y Hch. 2).
En este contexto, los fenómenos de Pentecostés podrían simbolizar el empoderamiento espiritual de la Iglesia para la misión global: El fuego y el viento evocarían la manifestación visible de la presencia de Dios en medio de su pueblo (Ex. 3:2; 2ª Sam. 5:24; 1ª Reyes 19:11-12; Job 38:1; Sal. 29:3-10; 97:2-5; 104:3; Is. 6:4; 29:6; 30:27-28; 66:15; Ez. 1:4), la llenura del Espíritu se asociaría con el ministerio profético de la iglesia (Num. 11:26-29; 1ª Sam. 10:9-10; 2ª Sam. 23:2; Is. 61:1-3) y el hablar en otras lenguas representaría el enfoque internacional del ministerio eclesial (Gen. 12:1-3; Is. 2:1-5; Zac. 8:20-23).
Como dijo el Padre de la Iglesia, Juan Crisóstomo:
¿Qué significa ese Pentecostés? Unas veces que era preciso aplicar la hoz al suelo para la siega; otras que había que recolectar los frutos. ¿Te das cuenta de la imagen? Fíjate ahora en la realidad. Unas veces es necesario poner la hoz de la palabra, y otras hay que recolectar la siega, cuando vuela el Espíritu como una hoz afilada. En verdad, escucha a Cristo que dice: “Levantad los ojos y mirad los campos que están dorados para la siega” (Jn. 4:35); y también: “La mies es mucha, pero los obreros pocos” (Mt. 9:37; Lc. 10:2). Y fue Él quien primero aplicó la hoz. En efecto, Él mismo llevó hacia los cielos la primicia, habiendo tomado nuestra naturaleza. Por eso también lo llama cosecha
B. Tradición judía: Pentecostés como renovación del pacto
- Pentecostés en el judaísmo primitivo: Pacto del Sinaí
Algunas fuentes de la literatura judía primitiva afirman que el Festival de Pentecostés estaba íntimamente ligado a los eventos relacionados con la entrega de la Ley en el Monte Sinaí. En esta fecha se rememoraba y se renovaba el pacto que Dios había hecho con Israel. Esta conexión entre Pentecostés y Sinaí se hace explícita en el Antiguo Testamento en dos partes. En primer lugar, Deuteronomio 16:12 asocia esta celebración con el éxodo de Israel. En segundo lugar, 2ª Crónicas 15:10-12 menciona que la renovación del pacto por parte del rey Asá fue celebrado en el mismo mes que la Fiesta de Pentecostés.
La evidencia más antigua que se tiene acerca de la conexión de Pentecostés con el Sinaí en la literatura judía es el libro de Jubileos (siglo II a.C.). Allí el autor afirma que el festival se empezó a celebrar cuando Dios hizo un pacto perpetuo con Noé (Gen. 9). Luego, el ángel que está revelando el contenido de este libro a Moisés en el Monte Sinaí afirma lo siguiente:
Por eso quedó establecido y escrito en las tablas celestiales que celebrarían la festividad de las Semanas en este mes, una vez al año, para renovar el pacto todos los años. Toda esta festividad se venía celebrando en los cielos desde el día de la creación hasta los días de Noé… y Noé y sus hijos la guardaron… Abrahán la guardó, al igual que Isaac y Jacob y sus hijos hasta tus días [Moisés], en los cuales la descuidaron los hijos de Israel hasta que se la renové en este monte [Sinaí] (Jubileos 6:17-19).
La misma tradición de asociar el Festival de Pentecostés con la renovación del pacto se puede observar en algunos textos del Qumrán. La “Regla de la Comunidad” habla de una ceremonia anual en la que los candidatos a admisión pasaban a formar parte de la comunidad y los que ya eran miembros aparentemente renovaban su compromiso (1QS 1:16-3:12). En dicha ceremonia, los sacerdotes recitaban los favores que Dios había mostrado a Israel, mientras que los levitas maldecían a los que pertenecían al campamento de Belial. Aquellos que entraban en la comunidad del pacto respondían con un doble “amén”. Aunque la regla no estipula la fecha en que se debía llevar a cabo esta ceremonia pactal, algunas instrucciones del “Documento de Damasco” parecen insinuar que los miembros de la comunidad debían reunirse en la fecha de Pentecostés para tal evento solemne.
- Pentecostés en Hechos 2: Nuevo Pacto
El autor de Hechos, Lucas, nos informa en su Evangelio (24:25-27, 44-47) que la obra redentora de Cristo debe ser interpretada dentro del marco teológico del Antiguo Testamento. Por lo tanto, es posible entender la ascensión de Cristo y el derramamiento del Espíritu conforme a la tipología de Moisés: Así como Moisés ascendió al Monte Sinaí durante el tercer mes (el mes de Pentecostés) y regresó con las Tablas de la Ley, así también Jesús ascendió a los cielos por el Monte de los Olivos y envió el Espíritu Santo durante el Festival de Pentecostés.
Cristo, como un profeta mayor que Moisés, no sólo ha declarado la voluntad de Dios, sino que ha habilitado a su pueblo para obedecer la Ley de Dios por medio de la obra regeneradora y santificadora del Espíritu Santo. De esta forma, se han cumplido las promesas del Nuevo Pacto: Dios mismo escribiría su ley en el corazón de su pueblo (Jer. 31:31-34; Ez. 36:26-28).