Los fenómenos de Pentecostés: Señales de un nuevo pacto y una nueva comunidad.

¿Qué nos pueden enseñar las señales que acompañaron el derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés?

Introducción

Lucas ha colocado la historia de Pentecostés (Hch. 2:1-13) en un punto clave de su narrativa. El Cristo resucitado acababa de ascender al cielo y los discípulos habían regresado a Jerusalén para esperar la promesa del Espíritu Santo. De pronto, el gran día llegó: El Espíritu Santo se derramó sobre todos los seguidores de Jesús. Un sonido como el de una violenta ráfaga de viento vino del cielo, lenguas de fuego se posaron sobre cada uno de los discípulos y todos ellos fueron llenos del Espíritu y comenzaron a hablar en otras lenguas. Los “últimos días” habían empezado.

En este punto cabe preguntarse: ¿Por qué el derramamiento del Espíritu en Pentecostés estuvo señalizado por los fenómenos de viento, fuego y lenguas? Teniendo en cuenta el trasfondo histórico y cultural del Festival de Pentecostés, se puede argumentar que las señales que acompañaron al derramamiento del Espíritu aluden al episodio histórico de la entrega de la Ley a Moisés en el Monte Sinaí. En tal caso, el evento de Pentecostés puede interpretarse como la inauguración de una nueva comunidad pactal.

El trasfondo histórico-cultural de Pentecostés

Puesto que Israel era una comunidad agrícola con una estrecha relación con la tierra, es de esperar que sus tres festivales anuales (Pascua, Pentecostés y Tabernáculos) tuvieran una significación tanto agraria como religiosa. La ocasión de la venida del Espíritu fue el Festival de Pentecostés. Por un lado, el propósito de esta fiesta era celebrar con acciones de gracias la cosecha de cereales (trigo y cebada). Por el otro lado, este festival llegó a conmemorar también la entrega de la Ley a Moisés en el Monte Sinaí.

A. Biblia: Pentecostés como celebración de la cosecha

  1. Pentecostés en el Antiguo Testamento: Celebración de una cosecha agrícola

El Festival de Pentecostés recibe diversos nombres en la Biblia: Fiesta de las Semanas, de la Cosecha y de las Primicias (Ex. 23:16; 34:22; Lev. 23:15-21; Num. 28:26; Deut. 16:9-12). En dicha ocasión se celebraba el cierre de la cosecha de cebada y el inicio de la cosecha de trigo. Los agricultores ofrecían a Dios parte de sus productos como gesto de agradecimiento y como acto de oración para que el resto de la cosecha salga bien también.

  1. Pentecostés en Hechos 2: Celebración de una cosecha espiritual

El Nuevo Testamento nos invita a interpretar cada etapa de la obra redentora de Cristo como el cumplimiento de las fiestas solemnes del Antiguo Testamento: Su muerte coincide con el sacrificio de los corderos pascuales (Lev. 23:4-8 y 1ª Cor. 5:7), su resurrección se da en el día en que las primicias eran ofrecidas a Dios (Lev. 23:9-14 y 1ª Cor. 15:20) y su ascensión y posterior derramamiento del Espíritu, que da lugar a la conversión de tres mil judíos de diversas naciones, ocurre en el tiempo en que las cosechas eran presentadas ante el Señor (Lev. 23:15-21 y Hch. 2).

En este contexto, los fenómenos de Pentecostés podrían simbolizar el empoderamiento espiritual de la Iglesia para la misión global: El fuego y el viento evocarían la manifestación visible de la presencia de Dios en medio de su pueblo (Ex. 3:2; 2ª Sam. 5:24; 1ª Reyes 19:11-12; Job 38:1; Sal. 29:3-10; 97:2-5; 104:3; Is. 6:4; 29:6; 30:27-28; 66:15; Ez. 1:4), la llenura del Espíritu se asociaría con el ministerio profético de la iglesia (Num. 11:26-29; 1ª Sam. 10:9-10; 2ª Sam. 23:2; Is. 61:1-3) y el hablar en otras lenguas representaría el enfoque internacional del ministerio eclesial (Gen. 12:1-3; Is. 2:1-5; Zac. 8:20-23).

Como dijo el Padre de la Iglesia, Juan Crisóstomo:

¿Qué significa ese Pentecostés? Unas veces que era preciso aplicar la hoz al suelo para la siega; otras que había que recolectar los frutos. ¿Te das cuenta de la imagen? Fíjate ahora en la realidad. Unas veces es necesario poner la hoz de la palabra, y otras hay que recolectar la siega, cuando vuela el Espíritu como una hoz afilada. En verdad, escucha a Cristo que dice: “Levantad los ojos y mirad los campos que están dorados para la siega” (Jn. 4:35); y también: “La mies es mucha, pero los obreros pocos” (Mt. 9:37; Lc. 10:2). Y fue Él quien primero aplicó la hoz. En efecto, Él mismo llevó hacia los cielos la primicia, habiendo tomado nuestra naturaleza. Por eso también lo llama cosecha

 B. Tradición judía: Pentecostés como renovación del pacto

  1. Pentecostés en el judaísmo primitivo: Pacto del Sinaí

            Algunas fuentes de la literatura judía primitiva afirman que el Festival de Pentecostés estaba íntimamente ligado a los eventos relacionados con la entrega de la Ley en el Monte Sinaí. En esta fecha se rememoraba y se renovaba el pacto que Dios había hecho con Israel. Esta conexión entre Pentecostés y Sinaí se hace explícita en el Antiguo Testamento en dos partes. En primer lugar, Deuteronomio 16:12 asocia esta celebración con el éxodo de Israel. En segundo lugar, 2ª  Crónicas 15:10-12 menciona que la renovación del pacto por parte del rey Asá fue celebrado en el mismo mes que la Fiesta de Pentecostés.

La evidencia más antigua que se tiene acerca de la conexión de Pentecostés con el Sinaí en la literatura judía es el libro de Jubileos (siglo II a.C.). Allí el autor afirma que el festival se empezó a celebrar cuando Dios hizo un pacto perpetuo con Noé (Gen. 9). Luego, el ángel que está revelando el contenido de este libro a Moisés en el Monte Sinaí afirma lo siguiente:

Por eso quedó establecido y escrito en las tablas celestiales que celebrarían la festividad de las Semanas en este mes, una vez al año, para renovar el pacto todos los años. Toda esta festividad se venía celebrando en los cielos desde el día de la creación hasta los días de Noé… y Noé y sus hijos la guardaron… Abrahán la guardó, al igual que Isaac y Jacob y sus hijos hasta tus días [Moisés], en los cuales la descuidaron los hijos de Israel hasta que se la renové en este monte [Sinaí] (Jubileos 6:17-19).

            La misma tradición de asociar el Festival de Pentecostés con la renovación del pacto se puede observar en algunos textos del Qumrán. La “Regla de la Comunidad” habla de una ceremonia anual en la que los candidatos a admisión pasaban a formar parte de la comunidad y los que ya eran miembros aparentemente renovaban su compromiso (1QS 1:16-3:12). En dicha ceremonia, los sacerdotes recitaban los favores que Dios había mostrado a Israel, mientras que los levitas maldecían a los que pertenecían al campamento de Belial. Aquellos que entraban en la comunidad del pacto respondían con un doble “amén”. Aunque la regla no estipula la fecha en que se debía llevar a cabo esta ceremonia pactal, algunas instrucciones del “Documento de Damasco” parecen insinuar que los miembros de la comunidad debían reunirse en la fecha de Pentecostés para tal evento solemne.

  1. Pentecostés en Hechos 2: Nuevo Pacto

El autor de Hechos, Lucas, nos informa en su Evangelio (24:25-27, 44-47) que la obra redentora de Cristo debe ser interpretada dentro del marco teológico del Antiguo Testamento. Por lo tanto, es posible entender la ascensión de Cristo y el derramamiento del Espíritu conforme a la tipología de Moisés: Así como Moisés ascendió al Monte Sinaí durante el tercer mes (el mes de Pentecostés) y regresó con las Tablas de la Ley, así también Jesús ascendió a los cielos por el Monte de los Olivos y envió el Espíritu Santo durante el Festival de Pentecostés.

Cristo, como un profeta mayor que Moisés, no sólo ha declarado la voluntad de Dios, sino que ha habilitado a su pueblo para obedecer la Ley de Dios por medio de la obra regeneradora y santificadora del Espíritu Santo. De esta forma, se han cumplido las promesas del Nuevo Pacto: Dios mismo escribiría su ley en el corazón de su pueblo (Jer. 31:31-34; Ez. 36:26-28).

Las señales de Pentecostés

A. El derramamiento del Espíritu (Hch. 2:1-4): Señales de un Nuevo Pacto

  1. La Ascensión de Jesús: Alusión a Moisés

La narrativa de Lucas y Hechos vincula la ascensión de Jesús con el evento de Pentecostés, ya que Jesús les dice a sus discípulos que esperen el derramamiento del Espíritu poco antes de ser llevado al cielo. Al mismo tiempo, varios aspectos de la ascensión sugieren un trasfondo del Sinaí. El paralelo entre la ascensión de Jesús desde el Monte de los Olivos y la ascensión de Moisés al Monte Sinaí se puede apreciar en las siguientes alusiones:

  1. El derramamiento del Espíritu: Alusión al Sinaí

Lucas relata el evento de Pentecostés en términos muy dramáticos. La venida del Espíritu evoca el relato de la aparición gloriosa del Señor sobre el Monte Sinaí (Éxodo 19:16-20; 20:18). Se pueden notar varias correspondencias:

Así como la Ley fue entregada en tablas de piedra a Israel en el Monte Sinaí, ahora el Espíritu de Dios escribiría la Ley en el corazón de su pueblo en el Monte Sión (Jerusalén). Según Isaías (2:2-4), este Nuevo Pacto incluiría tanto a los israelitas como a los gentiles.

B. La respuesta de la multitud (2:5-13): Señales de una nueva comunidad

Lucas narra la dádiva del Espíritu como una ocasión en la que no solo estuvieron presentes los judíos palestinos, sino también los judíos devotos de la diáspora internacional. Él retrata a esta multitud multicultural en términos de una asamblea festiva. Pedro, como portavoz de los “doce apóstoles”, se levantó y confrontó a las “doce tribus de Israel”. Tal como en el Sinaí, el Señor les estaba llamando a obedecerle, a guardar su pacto, a ser su tesoro entre las naciones y a ser para él un reino de sacerdotes y una nación santa (Ex. 19:4-6; Lc. 22:20, 29).

  1. Una identidad multicultural: Alusión a las naciones

Lucas enumera los diversos grupos judíos de distintas naciones que escucharon las maravillas de Dios en sus lenguas vernáculas. Según el texto, estas naciones representaban a toda la tierra  (Hch. 2:5). Esta afirmación no debe interpretarse literalmente, sino representativamente, puesto que Lucas está haciendo alusión a la “Tabla de las Naciones” (Gen. 10). El punto aquí es que el Espíritu estaba creando una nueva unidad que trascendía las barreras raciales, nacionales y lingüísticas. El carácter cosmopolita de la multitud presente en Pentecostés simbolizaba la identidad multicultural que tendría esta nueva comunidad de pacto. En términos de Craig Keener:

En el contexto más amplio de la obra de Lucas, los seguidores de Jesús son empoderados para la misión en el inicio de Hechos tal como Jesús lo fue en el inicio del Evangelio de Lucas. Dado el énfasis de Lucas en la misión a los gentiles, se trata de un empoderamiento transcultural (Hechos 1:8), presagiado prolépticamente por los discípulos empoderados por el Espíritu para hablar en otras lenguas (2:4) y por los oyentes judíos de diversas naciones (2:5-13). El Espíritu conduce a la proclamación (2:14-40), y el resultado final ideal de esta misión empoderada por el Espíritu es una comunidad que vive los ideales del reino (2:41-47).

  1. Una comunidad ideal: Alusión al pueblo del pacto

Cuando Israel acampó en el desierto del Sinaí frente a la montaña para recibir la Ley, Moisés describe al pueblo como inicialmente obediente y consagrado. Ellos afirmaron solemnemente que iban a hacer todo lo que el Señor les había mandado (Éx. 19:7-8; 24:3) y luego procedieron a santificarse durante tres días, lavando sus vestidos y absteniéndose de relaciones sexuales, tal como se les había instruido (Ex. 19:10, 14-15).

De manera similar, Lucas parece describir al pueblo del Nuevo Pacto en términos de una comunidad ideal. Según Hechos 2:42-47, el resultado del evento de Pentecostés fue una nueva confraternidad caracterizada por cuatro elementos claves: (1) la enseñanza de los apóstoles; (2) el compañerismo generoso (compartir bienes); (3) el partimiento del pan (comidas comunes); y (4) la oración. En línea con la tradición profética, Lucas quiere identificar a la iglesia de Jerusalén como el remanente israelita de los “últimos días” que sigue los preceptos de vida comunitaria correspondientes al “Año del Jubileo” (Lev. 25).

Finalmente, un criterio importante para identificar al remanente fiel de Israel en Hechos es el tema del “rechazo”. Así como Jesús encaja en el esquema bíblico del “profeta rechazado” (Lc 4:24; 9:22, 44-45; 11:47-51; 13:33-34; 18:31-34; 20:9-16; Hch. 2:23; 3:18; 7:51-52; 13:27-29), la tipología del rechazo sería un rasgo característico de sus discípulos para confirmar su rol profético. La primera escena de rechazo en Hechos ocurre en la historia de Pentecostés, con la burla de los creyentes por parte de algunas personas en la multitud de Jerusalén (Hch. 2:13). Más tarde, el rechazo conduciría a la persecución: Algunos apóstoles serían arrestados (Hch. 4:3), Esteban sería apedreado a muerte (Hch. 7), la Iglesia en Jerusalén sería perseguida y dispersada (Hch. 8:1), Jacobo sería matado a filo de espada y Pedro sería encarcelado (Hch. 12:1-2).

Conclusión

El derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés estuvo acompañado por los fenómenos de viento, fuego y lenguas como una alusión al evento del Sinaí. Dios había cumplido sus promesas: Él reunió a su pueblo dispersado y los restauró mediante la dádiva del Espíritu. Ahora, todas las naciones podían llegar a conocer al Señor.

Dios también ha cambiado sus límites: Según el Antiguo Pacto, la pertenencia al pueblo de Dios se definía por la observancia de la Ley. Ahora, con la inauguración del Nuevo Pacto, la membresía se define por la dádiva del Espíritu. Por lo tanto, la era venidera, la era del Espíritu, se había inaugurado. Craig Keener afirma:

Todos los que se vuelven a Cristo reciben el mismo don del Espíritu Santo (2:38-39) y, en consecuencia, pueden participar en la vida de la comunidad ideal (2:41-47), una comunidad que lleva el mismo estilo de vida que caracterizó a Jesús y a sus primeros seguidores (estilo de vida de sacrificial; comidas comunes; señales y prodigios; y la palabra esparciéndose por todas partes).

Finalmente, la aplicación del texto para la Iglesia de hoy es nuestro llamado a ser Palabra de Dios para la gente:

 

 

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[1] Hebreos 12:19 usa la misma palabra para referirse al sonido de trompeta que sonó en el Sinaí. El verbo ήχέω se usa en el pasaje de Éxodo 19:16 de la Septuaginta para describir el evento del Sinaí.

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