Un llamado transcultural
Mi nombre es Pepe Morales, soy de Chile y vine al IBA a estudiar Teología en el año 1994. Además del Bachillerato en Teología, terminé un profesorado en Educación Musical en Chile y en Paraguay realicé una licenciatura y una maestría en Educación.
En este momento mi esposa y yo somos obreros transculturales en un país de acceso restringido. Tenemos una visa de trabajo que nos permite desempañarnos como profesores en un colegio, y al mismo tiempo, estamos involucrados en otras áreas de servicio. En mi caso, sirvo en un barrio musulmán en un proyecto de nueva obra, ayudando con las clases de apoyo escolar a niños y adolescentes. Confiamos que después de algunos años podamos ver una comunidad cristiana en el lugar. Al mismo tiempo estoy apoyando a un pastor local en una iglesia de la capital.
Es verdad que hemos pasado por tiempos difíciles durante todos estos años. Pero al mismo tiempo hay cosas que me encantan mucho. Los colores vivos de las telas que usan en sus ropas y las decoraciones en las festividades, la alegría y la espiritualidad de su música, la increíble diversidad étnica, y, sobre todo, la poesía.
Una de las cosas que me emociona de manera especial, es cuando me encuentro en el barrio musulmán. El ver la sonrisa de los niños a quienes sirvo produce en mi corazón sentimientos de gratitud al Señor. Es un regalo especial del Señor el que pueda estar compartiendo con personas que no han tenido la oportunidad de escuchar Su mensaje. Al pasar de los meses, ellos ya dejaron de ser “mi área de trabajo o servicio”; ahora son mis amigos. Nos reímos, jugamos, comemos juntos. Me invitan a sus fiestas religiosas y puedo mostrar el amor que el Señor puso en mi corazón para ellos.
Después de varios años aprendiendo el idioma local, puedo participar en capacitaciones de líderes y también predicar regularmente en la iglesia. ¡Eso sólo lo puede hacer el Señor!
Soy profesor y pastor, y el Señor me ha dado la bendición de servir con estos dones. Hubo un tiempo que me sentía frustrado por no ser administrador o evangelista, porque pensaba que eso limitaba mi servicio. Pero el Señor me mostró que Él no comete errores. Justamente esos son los dones y habilidades que me permiten servir en los ministerios en los que estoy involucrado.
¿Cómo llegué al IBA? Cuando vivía en Chile y servía en mi iglesia local en la escuela dominical en cursos de discipulado (tenía alrededor de 25 años) yo creía que tenía una formación suficiente para lo que estaba haciendo y que no necesitaba más capacitación. Pero cuando estaba pensando en algunos temas de la Biblia que no entendía, el Señor me habló a través de un pasaje de las Escrituras, Juan 3:10, que dice: “Jesús respondió y le dijo: Tú eres maestro de Israel, ¿y no entiendes estas cosas?”. Entendí que el Señor me llamaba a prepararme en Su Palabra y es así que vinimos al IBA. Nuestra idea original era venir al Paraguay hasta terminar el Bachillerato en Teología y después volver a Chile. Pero nos enamoramos del país y nos quedamos por 18 años. Fueron años muy importantes en nuestro crecimiento personal, profesional y ministerial. Nuestros hijos nacieron aquí y también pudimos forjar relaciones de amistad y de familia que nos hacen sentir al Paraguay como nuestro hogar.
Con la preparación que recibí en el IBA pude servir en diferentes instituciones educativas y en iglesias de los Hermanos Menonitas. Dos áreas que tuvieron especial impacto en mi vida personal y ministerial fueron la obra práctica y la formación académica. La obra práctica me permitió servir en diversas áreas de ministerio, lo que me ayudó a conocer mis fortalezas y debilidades. Y la formación académica orientó mi vida hacia la lectura, el estudio y la reflexión teológica.
Dos docentes me influenciaron de manera especial durante esos años de estudio. Uno de ellos fue el profesor Gerhard Ratzlaff. Su vida reflejaba lo que creía. Uno podía ver su perspectiva anabautista de seguimiento radical al Señor Jesús en su carácter y en sus palabras. De hecho, su influencia hizo que yo adoptara el anabautismo como mi manera de entender mi fe y mi discipulado.
El segundo profesor fue el doctor Alfredo Neufeld. Sus clases eran para mí un mentorado. Sus enseñanzas me fueron un excelente ejemplo de cómo iluminar todas las áreas de la cultura, como el arte, la poesía, la música y la historia, con la luz de la Palabra de Dios.