El IBA y mi preparación para el servicio en Capellanía y Misiones
Mirando atrás el IBA me trae lindos recuerdos. Un primer aspecto que recuerdo es que pude ser pastoreado primeramente por los profesores y ser sostenido por compañeros hasta hoy día en los valles oscuros que solemos cruzar en la vida. Luego, pude llevar de allí herramientas que me ayudaron para el ministerio en los siguientes años. También fui enriquecido en tener experiencias transculturales, hasta el punto de que encontré para mi amada esposa en el IBA. Y lo más importante, amarle y temerle al Señor y entusiasmarme por caminar con Él.
En los años de servicio, como capellán en empresas, pude fácilmente comprender a las personas en sus respectivas circunstancias, para ello me ayudaron las materias de Teoría de la Personalidad y varias materias de Consejería. Enriquecieron también las materias de la interpretación del Antiguo y Nuevo Testamento y como entender un poco el Griego. A la vez, en el día a día, tenía que atender cuáles de las cosas eran relevantes y edificantes para las personas que me escuchaban. He tenido la experiencia de tener ningún asistente en una convocatoria de devocional en una empresa, y creo que fue porque traté de ser académico. A través de esto, he experimentado la importancia del peregrinar con las personas de manera individual y luego cuando se dan las oportunidades de compartir una palabra, ser cuidadoso también en cómo presentársela, para ello fueron útiles las materias de Homilética.
El último año, tuvimos la experiencia de estar en Asia Central, en una cultura y lenguas muy distintas a la nuestra. El IBA nos preparó también para ese tipo de circunstancias, y pudimos aprovechar el año para crecer en nuestra dependencia del Señor cuando llegábamos a nuestras limitaciones, gozar y ver que todo le debemos al Señor, que él realmente es fiel, y que nuestro mensaje que damos, lo vivimos también en carne propia.