El IBA no es solamente una casa de estudios; es más bien un hogar, una familia, un lugar seguro. Puedo testificar de que he adquirido tanto conocimiento como amistades, y ambas serán una bendición para mi vida, y a través de mi, para la iglesia.

Para mí, el IBA es un excelente lugar para crecer en todas las áreas de la vida, ya que ningún aspecto se descuida. El equilibrio entre lo personal, ministerial y académico es característico del IBA.

El estudio teológico en el IBA no solo me ha ampliado mi conocimiento de la Biblia, sino que también ha despertado en mi un profundo amor por la Palabra de Dios.

Además, estas casa de estudios, integrada por profesores, compañeros y funcionarios, moldea continuamente mi carácter y me ayuda a desarrollar principios y valores para mi vida. Pero lo más maravilloso es que, gracias al IBA, pude desarrollar un profundo amor por la iglesia y también por las personas que todavía no conocen a Jesús.

El IBA es más que una institución educativa. Es un lugar donde, mediante la gracia de Dios, uno crece en muchas áreas de su vida. Allí somos animados y entrenados para ir al campo misionero a servir a Dios por medio del servicio a otros. El IBA es una comunidad de fe que nutre a todos los que llegan.

Mi oración siempre ha sido «Dios, quiero hacer tu voluntad» y entiendo que, para mi, el IBA es el paso de obediencia al llamado de Dios. Quizás aún no sé la historia completa de ese plan para mi vida, pero descanso en que Él ya la tiene, y parte de esa historia la voy a vivir estos años en el IBA.

«Lo que aprendí en el IBA, me ayuda en muchas maneras, me ayuda a estudiar las Sagradas Escrituras en forma analítica y reflexiva; también a ser disciplinada; a amar la lectura; a aplicar herramientas de Consejería en situaciones necesarias, y en especial, en el ministerio. «

«El I.B.A fortaleció mis convicciones, y me mostró un evangelio integral. Un evangelio que no es intolerante ni tampoco discrimina, sino acompaña a las disciplinas ¨seculares¨ para perfeccionarla. Me ha enseñado que el servicio a Dios no solo se realiza dentro de los edificios eclesiásticos, sino también fuera de ellas.»

Al trabajar con personas privados de libertad medí cuenta de la necesidad de capacitarme para ser más efectivo, mi intención de ayudar a personas con profunda heridas personales y familiares y de poder ser una herramienta útil en la iglesia que sirvo.